Poderosa geisha envenenada,
De negros purísimos, como el abismo
De la laringe virgen de un lactante,
Y azules de aceite y óleo brujo…
Tu voz es fina, como un alfiler…
Tu mirada un campo sembrado de espectros,
Toma mi mano, inocente y dócil,
Desliza en ella –con un guiño- un poco de tus polvos…
Derriba con la punta de tu pie de pluma,
Ese imperio milenario, severo y minucioso
Que costó al emperador tanto ruin desvelo,
Apenas un pequeño toque, liviano como el pensamiento, basta…
Tu serenidad de niebla espesa, de galaxia ciega…
Está acicateada por tesones ancestrales y silencio…
Por secretos femeninos y diminutos, como hormigas
Por una sencillez feroz, por mil eléctricos embrujos…
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