Buen cristiano como soy,
Amo con pía disciplina a mi enemigo…
Él, despacio y a traición,
Me abraza por la espalda…
Mi enemigo es alguien muy inteligente,
Supo dar –al fin- con el contrario preciso…
Mi silencio, irreductible, le corta la voz,
Lo sume en una mudez de navaja o de serpiente…
Es verdad que estoy muy cerca de mi amigo,
Pero estará siempre más cerca mi enemigo…
Puedo oler sus suaves manos perfumadas,
Cuando me doy –con pereza aérea- vuelta sobre mi cama…
Un día de estos, una noche de estas,
Planeo matar sin más a mi enemigo…
Él sabrá con certeza quién soy,
Cuando tenga ya la bala en la cabeza…
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