"La poesía es el vino de los demonios". (San Agustín)

sábado, 10 de junio de 2023

Chopin y yo en una noche donde todos están muertos

 


Un piano sencillo y melancólico

La soledad, parece que todos hubieran muerto

Planto cara a la hoja en blanco

Y digo: sólo estar es más puro…

 

Ella no merece ser mencionada

Hay gente tan vacía que no aporta nada

Sólo el cantar de los grillos y Chopin

En esta fiebre del sábado por la noche

 

Muy temprano descubrí que había hombres y mujeres

Y que la sensualidad los enlazaba como la hiedra

Que el perfume de una dama, pesa lo que su carácter

Que la entrepierna del hombre es feliz cuando la besan

 

Me fui muy chico a la calle. La casa era un pandemonio.

Y entendí que estábamos solos, pero acompañados, y eso valía más

Que la medida de uno mismo es su propia compañía

Que nadie tiene a nadie, y que sólo mamá era incondicional

 

Tuve un padre que era un perro, infiel hasta la crueldad

Irresponsable y borracho, pero yo lo quería, porque conmigo siempre fue bueno

Tengo dos hermanos, con los que apenas me hablo

Y ahora suena el Revolucionario, que descubrí de manos diestras, amigas

 

Leído por ahí: la gente es escoria, y tiene que seguirlo siendo

Doy fe. La mayor parte de las personas son gente miserable y ruin

Por eso me he apartado del mundo, y he buscado en Dios una felicidad

Que sólo ha sido calvario y llanto; pero no, no renegaré de Cristo


Alguna vez volé un parapente en tándem

Con una maricona de nariz aguileña y piel blanca como la de una bruja europea

Fue cool, rápido, un paseíto nomás

Pero supe que volar es mejor que estar clavado en el asfalto

 

Ella no merece ser mencionada

Porque es polvo y olvido

Porque el mar del tiempo se la tragó y nunca supe más de ella

Pero me ayudó a amar la soledad; a entenderla como una necesidad vital

 

Barruntar estos versos me ha hecho pensar que tal vez dos o tres estén vivos a esta hora

Estas líneas han sido como una compresa tibia en una herida

De Rimbaud se decía que “era un místico en estado salvaje”

Así me siento yo, por eso termino lanzando una maldición: malaya la hora en que morimos.