Mi padre era como un árbol… mágico, bello y fragante…
Brillante, puro y tocado… por eléctricos diamantes…
El día que murió mi padre, lloré con llanto de niño
Pero entendí que era parte, del negocio obviar la carne
La luna brilló gigante, como una dama exquisita
Lo supe nomás mirarla, que sonreía mi padre
Era mucho más que un cuerpo, era alma y era arte
Mi padre era un hombre completo, llevaba hombría en la sangre
De niño siempre topaba, con fuego, con alacranes
Papá pisaba con fuerza, sabía bien como hablarte
Tenerlo era paz serena, seguridad sin ambages
Miraba al cielo y tocaba, sus canas como quien sabe…
Este poema no es réquiem, celebra más bien contarte
Papá, entre los varones, que pasaron a ser ángel
Un ángel hermoso y fuerte, terrible y desenfadado
Mi padre enfrentó la muerte, teniendo el cielo ganado
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